domingo, 16 de septiembre de 2012

Help the people.

Escogí la opción más cobarde y soy consciente de ello. Por un momento creí que si huía sería capaz de mantener alejado de mí el nudo constante en la garganta, el dolor, la tristeza, el pánico y toda la mierda que se acumulaba a mi alrededor. No fui tan arrogante como para pensar que conseguiría hacerlos desaparecer, pero sí confiaba en poder mantenerlos a raya. Sobra decir que me equivoqué. Durante todos y cada uno de los días de mi "exilio" voluntario el dolor estuvo presente.Cada mañana me despertaba con la desesperación y la angustia instaladas en los primeros pestañeos del día. La sensación de estar a punto de estallar me acompañó hasta lo que parecía el fin del mundo. El dolor insufrible, la culpa, la asfixia de quien es consciente no de lo que podría haber ganado, si no de todo, absolutamente todo, lo que ha perdido. De quien sabe que nunca, nunca, podrá ver la vida con los mismos ojos. 





Una, otra y otra vez. Lo siento.