viernes, 17 de mayo de 2013

Too cold outside.

Quizás tú y yo ya hayamos sido en otro tiempo. En otro lugar. Quizás ya nos hemos querido con locura y ya hemos sido felices. A lo mejor nos quisimos tanto, tanto, que una vida no fue suficiente y nos encaprichamos de la eternidad. ¿Te lo imaginas? Yo sí. Porque tú y yo podríamos haber sido en cualquier época, en cualquier otra dimensión. Estoy convencida de que tú y yo ya hemos sido, y por eso no se nos permite volver a ser.



De repente, le vi. Rebuscaba algo con ahínco en su abrigo. Le reconocí de inmediato. Si no fuera porque no creo en esas cosas, hubiera jurado que le presentí. Mi corazón latía frenético y me pregunté qué debía hacer. ¿Huir? ¿Seguir caminando y pasar de largo? Mientras todas las alternativas de acción se me agolpaban en la conciencia, me di cuenta de que me había parado en seco. Estaba de pie, a cinco metros de él. Fui consciente de que una parte de mí deseaba con todas sus fuerzas que se girase. La otra parte, en la que primaba mi orgullo herido y el pánico a romperme una vez más, le rogaba a mis piernas que se diesen media vuelta y todo habría acabado. Otra vez.
Noté que mi corazón dejaba de latir justo en el momento en el que sentí sus ojos clavados en mi. De pie, con unas llaves en la mano, me observaba. Seguía a cinco metros, pero la intensidad con la que me estaba mirando me atravesó.
No sé cuánto tiempo estuvimos así. Frente a frente. Como años atrás. 
Quería moverme. Salir de allí. Darme la vuelta y correr hasta que se me agotase el aliento. Mis músculos no respondían.
Fue entonces cuando le escuché. Un susurro. Un murmullo que de no ser por el hecho de que le tenía delante, hubiera creído que no era real.
De su garganta salió una palabra. Pude reconocer mil matices en ella. Sorpresa. Ruego. Necesidad. Arrepentimiento. Nostalgia. 
Todo sucedió en una décima de segundo. 
Murmuró mi nombre y todo mi cuerpo reaccionó al instante. 
Dejé caer todo lo que tenía en las manos y me dirigí hacia él. Fue más rápido que yo, cuando apenas había dado dos pasos hacia adelante, él ya estaba justo frente a mí. Sentía el movimiento de cada célula de mi cuerpo empujándome hacia su cuerpo. Se detuvo justo a unos centímetros de donde yo estaba. Le tenía tan cerca que podía oler su piel. ¡Oh, dios mío! ¡Su piel! Sus ojos seguían fijos en los míos. De un color intenso, indescriptible. Justo como los recordaba. En cuanto me vi reflejada en su pupila comencé a temblar. Meses. Habían pasado meses y seguía temblando ante él. La intensidad de su mirada se relajó y dejó paso a una ternura que me traspasó. Levantó la mano y rozó mi mejilla con un dedo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo con una sacudida y él me abrazó. 
Siempre he sentido un extraño y secreto placer al encontrar dos piezas de un puzzle que encajan a la perfección. En ese instante, esa misma sensación aleteó dentro de mí desde la nuca hasta los dedos de los pies. Él y yo éramos dos piezas perfectas de un mismo puzzle.
Escondió la nariz entre mi pelo y aspiró mi aroma.
_ Dios mío..._ susurró. Sus brazos me sujetaban con fuerza y por el mero hecho de sentir el roce de su piel contra la mía creí enloquecer.
A pesar del dolor y del tiempo, de los gritos y del llanto, de las pesadillas y las noches en vela, no pude evitarlo.
En cuanto me abrazó, lo supe enseguida. A pesar de todo, yo seguía siendo completamente suya.





Maybe someday.

viernes, 3 de mayo de 2013

They.

Y la pregunta es ¿cómo? ¿cómo es posible que aún duela así? Dios mío, ¿cómo?.