domingo, 24 de febrero de 2013

Little love.

Hay golpes que crees que no superarás. Golpes que nunca creíste que tendrías que encajar. Golpes de esos que lo convierten todo en algo inhóspito, extraño, cruel. Como si el mundo hubiese dejado de girar y nada estuviese en su sitio. Hay ocasiones en las que desearás que el corazón se te pare para no tener que sentir cómo se desgarra cada día un poco más. Mañanas en las que te preguntarás por qué y para qué levantarte. Noches que ni siquiera serán noches, en las que a duras penas conseguirás conciliar el sueño, y si lo haces será con el sabor de tu propio llanto incrustado en la piel. 
Créeme que sé lo que es que el nombre que llevas cosido a cada paso desaparezca. Dejándote sin aire, sin latidos, y lo que es peor, sin esperanza. Parece imposible. Un mal sueño. Una broma pesada.
No voy a mentirte. El dolor probablemente seguirá contigo cada día. Pero la herida terminará por cicatrizar. Todo lo que ahora sientes, concentrado en cada poro, en cada molécula de oxígeno que respiras, pasará a ser un desgarro localizado a la altura de tu pecho. Seguirá sangrando, pero podrás controlarlo. 
¿Y sabes por qué?
Porque eres fuerte y puedes con esto. Me lo has demostrado un millón de veces. Puede que ahora no lo veas. Puede incluso que creas que eres frágil y que nadie podrá recomponer tus pedazos. Pero no pienso descansar hasta volver a construirte. Poco a poco. Paso a paso. Prometo volver a coser cada sonrisa, cada momento, cada pequeño detalle que te hace ser tú.
Porque eres tú. Fuerte, valiente, decidida, inteligente. No pienso dejar que esto te coma. Cada vez que flaquees, yo estaré aquí, contigo. Respirando por ti los días que tengas un nudo en la garganta. Coloreando los días en los que el gris amenace con convertirse en negro. Porque tú, te mereces todos los colores de este mundo. 




Te quiero.

jueves, 14 de febrero de 2013

Foreign.

Llega un momento en el que es necesario tomar una decisión. Un punto de inflexión, por llamarlo de alguna manera. Ese instante en el que llegas al límite y tienes que hacer algo. Yo decidí construir una coraza a mi alrededor. Un muro firme, seguro y que creía infranqueable. Me juré a mí misma que no dejaría que nadie volviese a ver esa parte de mí. Frágil, vulnerable, rota. Me convertí prácticamente en un fantasma. No me permití flaquear y supongo que creí que era imposible que alguien encontrase una fisura. Me equivoqué. Debo admitir que las primeras semanas funcionó. Cuando apareció no quise dejarle ver a través de mí. Creía que nunca, nunca, volvería a sentir. Lo encontraba demasiado doloroso, demasiado cruel. Pero como ya he dicho, me equivoqué. Supongo que el cambio fue tan sutil, tan inesperado, que ni yo misma advertí lo que estaba ocurriendo. Para mi sorpresa, la parte de mí que creía inerte, volvió a latir. No eran más que pequeños bombeos, ligeros movimientos, a los que no di importancia porque sabía de sobra que estaban contados y los creía imposibles. Imposibles y sin embargo allí estaban. Ahora que la razón de esos latidos no está, el corazón sigue latiendo, esta vez a un ritmo frenético, enfermizo. Un ritmo que sé lo que significa. Sé lo que pregunta. También sé la respuesta: que no fuimos suficientes. Ni él, ni yo.




_Nunca me pediste que me quedara.
La forma en la que me lo dijo se me antojó cruel. Como si la culpa de todo la tuviera yo. Como si yo lo hubiera decidido. Necesitaba recomponerme. Mostrarme fuerte, indiferente. Esconderme. Como siempre.
_No era algo que debía decidir yo.
Mi voz sonó tan serena y calmada que incluso me sorprendí a mí misma. Me miró intentando adivinar lo que yo me esforzaba por callar. Apartó la mirada durante un segundo y aproveché ese instante de intimidad para compadecerme. Cuando habló, aún sin mirarme, se me formó un nudo en la garganta.
_¿Has llegado a quererme?
La pregunta resonó en mi cabeza una y otra vez. "¿Has llegado a quererme?". Enseguida me di cuenta de que el problema no era la pregunta, si no la respuesta. De repente me sentí pequeña, tan pequeña como tiempo atrás. Volví a sentirme frágil. 
Lo odié.



Será tarde.