Lo soñé. Una y mil veces. Lo había vivido tantas veces de forma inconsciente que cuando se hizo real, ni siquiera me sorprendió. La misma sonrisa estallando en la cara. Los mismos ojos. Las mismas expresiones. La misma necesidad.
Y aún así, no fue la realidad, ni las similitudes lo que me sorprendió.
Me sorprendieron las diferencias. Los matices. Los detalles. Y sobre todas las cosas, me sorprendió él.
Era la misma sonrisa. Cálida. Apasionada. Canalla. Pero tan desconocida como distante.
Eran los mismos ojos. Espejo de aventuras. Profundidad. Color. Y sin embargo, los sentí hielo.
Exactamente las mismas expresiones. Con una personalidad que se me antojó extraña.
La misma necesidad. Las ganas de sentir lo mismo. La frustración por no poder hacerlo.
Había pasado tanto tiempo intentando conservarle intacto en mi memoria, en mis recuerdos y sobre todo en mis latidos, que obvié que todo había cambiado.
Que nunca será como fue. Que él nunca será lo que fue.
_Sigues siendo tú.
Aquella palabra se me atragantó.
duelo.