_¿Sabes esa sensación que tienes cuando eres perfectamente consciente de que te fallará?
_Te lo dije. Te lo advertí hace semanas.
_No quería creer que había vuelto para destrozarme. Nunca me prometió nada. No es su culpa.
No, claro que no era su culpa. Era mía. Por bajar la guardia en ese segundo. Por imaginar que todo lo que me decía era real. Que él y yo éramos reales.
Ruinas.