viernes, 18 de octubre de 2013

Hometown.

Lo soñé. Una y mil veces. Lo había vivido tantas veces de forma inconsciente que cuando se hizo real, ni siquiera me sorprendió. La misma sonrisa estallando en la cara. Los mismos ojos. Las mismas expresiones. La misma necesidad.
Y aún así, no fue la realidad, ni las similitudes lo que me sorprendió.
Me sorprendieron las diferencias. Los matices. Los detalles. Y sobre todas las cosas, me sorprendió él.
Era la misma sonrisa. Cálida. Apasionada. Canalla. Pero tan desconocida como distante.
Eran los mismos ojos. Espejo de aventuras. Profundidad. Color. Y sin embargo, los sentí hielo.
Exactamente las mismas expresiones. Con una personalidad que se me antojó extraña.

La misma necesidad. Las ganas de sentir lo mismo. La frustración por no poder hacerlo.

Había pasado tanto tiempo intentando conservarle intacto en mi memoria, en mis recuerdos y sobre todo en mis latidos, que obvié que todo había cambiado.
Que nunca será como fue. Que él nunca será lo que fue. 


_Sigues siendo .
Aquella palabra se me atragantó. 




duelo.


3 comentarios:

  1. Me encanta como redactas.
    un besito:)
    pd:Detalles, detalles que jamas podrán olvidarse aunque duelan.

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  2. Nunca será como fue. Nunca será lo que fue.
    Afortunadamente.
    Lo inesperado. Eso que nos descoloca y nos agita por dentro.

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  3. Jo. Se me ha hecho un nudo en la garganta. Cómo siento lo que escribes. La vida es así, nos hace cambiar, crecer. Y muchas veces no somos conscientes de que al igual que nosotros cambiamos, los demás también. Y congelamos en nuestra memoria la imagen de esa persona (pretendiendo que siga intacta) en nuestras arterias. Y el mayor golpe es cuando nos damos cuenta de que no. Que no es el mismo. Que parece que estamos en un mundo paralelo. Pero que no es él. Que se ha convertido en Islandia, por ejemplo. Pero por mucho que cambie... sigue siendo especial, verdad? :)
    Besitos.

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Mirada