_Necesito alejarme de ti, desintoxicarme.
Me acarició la cara con dulzura.
_Si realmente es lo que necesitas...adelante.
En ese instante tuve miedo. Un miedo atroz que me devastó por dentro.
_¿No...no piensas decirme nada?_murmuré.
Se sorprendió.
_¿Qué quieres que te diga? Si es lo que necesitas, yo no voy a impedírtelo.
Me quedé callada, intentando mantener las lágrimas a raya.
_¿Qué quieres que te diga?_repitió mirándome a los ojos.
_Pídeme que me quede. Pídeme que esté aquí contigo para siempre. Por favor.
Me abrazó con fuerza.
_Nunca podría pedirte eso, aunque me muera de ganas de suplicarte que no me sueltes nunca. Sería demasiado egoísta. No puedo hacerte eso._ me susurró.
_Por favor._repetí con un hilo de voz.
En ese momento, pronunció cuatro palabras. Cuatro. Esas cuatro palabras me devolvieron todos los latidos que mi corazón creía perdidos.
_Quédate conmigo para siempre.
Algún día.