Me asusté al comprobar lo bien que encajaban mis manos entre las suyas. Él, interpretando mal mi expresión, las retiró.
_Perdona...yo...
Apartó la mirada. Yo me quedé quieta, observando mis manos. Preguntándome por qué demonios parecían estar hechas para descansar entre las suyas. Él buscó mis ojos.
_No quería hacerte sentir incómoda._susurró.
Nuestras miradas se encontraron. La infinita ternura con la que me observaba me hizo temblar. Me acerqué y rocé sus labios con un dedo. Él, como respuesta me abrazó. No sé qué sucedió primero. Que mi corazón se detuviese durante un instante a escuchar sus latidos, o que mi respiración dejase de importar.
Cuarenta. Y cincuenta. Y cien mil.
Todos para ti.
tendrian k crearse palabras nuevas para escribir lo k me transmite
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